Para evitar morirse, el cementerio de San Pedro exalta la vida

25.03.2008 08:10

 

El cementerio de San Pedro cuenta historias de la muerte y aunque las representaciones cambian, las manifestaciones de dolor que allí coinciden ahora también hablan de la vida y de la historia de la ciudad.

La historia de la muerte y sus rituales en Medellín tiene como protagonista al cementerio de San Pedro, en el nororiente, cerca a la Universidad de Antioquia, al Hospital San Vicente y al Jardín Botánico, espacios que paradójicamente le rinden un homenaje cotidiano a la vida.

Juan Diego Torres, historiador de la Universidad de Antioquia y empleado del museo cementerio San Pedro, cuenta que en 1845, el terreno fue bendecido como camposanto, fue el primer cementerio privado de la ciudad y desde sus inicios, fue símbolo de status económico y social pues las familias más acaudaladas de Medellín levantaron monumentos funerarios allí para brindarle a sus seres queridos muertos “cristiana sepultura”, encontraron en el cementerio un lugar donde dejar constancia de su poder, mausoleos esplendorosos con efigies de mármol de Carrara, traídos en barco desde Italia, en el siglo XIX, obras de arte que se convirtieron en símbolos de orgullo e inmortalidad.

Según Torres, esos tesoros artísticos en piedra permitieron que, en 1998, el cementerio fuera declarado museo, lo que lo convirtió en el primero de su tipo en América Latina.

En 1999 el museo pasó a ser Patrimonio Cultural de la Nación y ahora, ocho años después, es un espacio en la ciudad donde la muerte le rinde culto a la vida. 

La ciudad de los muertos

Adriana Giraldo, comunicadora del cementerio San Pedro, afirma que “este lugar es denominado la ciudad de los muertos porque, aparte de tener inhumados en su interior los cuerpos sin vida de la gran elite industrial antioqueña del Siglo XIX, ha recibido a cientos de víctimas de la violencia de Medellín de los años 80 y 90”, época del conflicto generado por el narcotráfico y el sicariato”.

Giraldo agrega que “sin embargo esta situación, lejos de hacer del cementerio un lugar frío y de triste recogimiento, reflejo de la guerra citadina, aprovechó para demostrar que la muerte cuenta historias, y aunque las representaciones cambian, las manifestaciones de dolor que allí coinciden hablan de la vida y la ciudad a través de las formas de muerte”. 

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